Resurrección…
Creas en lo que creas, tengas o no fe religiosa, estas fiestas de Pascua son momentos para estar en familia, compartir una rica comida, recordar que los panes se pueden multiplicar, conectar con la abundancia y el amor….
Vivo en el campo, muy cerca de la ciudad donde viven mis hijos. Me anunciaron visita para estas fiestas de Pascua, y yo me propuse celebrar este encuentro siempre tan querido, cocinando, preparando las verduras de la huerta y una pechuga de pava, extraordinaria, que encontré como tesoro oculto por esta zona. Nutrición de madre, de leche materna, de cuna, de nido!
La llegada fue haciéndose de a poco, como chorros de agua que van llenando el jarro de la vida. Marco la primera llegada, de mi hija con mi nieta Mila, que venia con la alquimia de dulzura y amargura, de alegría y de tristeza. Felices de llegar a la casa de la abuela y al mismo tiempo comenzando a vivir el quiebre de la magia infantil, camino inevitable, del paso de su niñez al comienzo de su adolescencia. El principio de un duelo que no termina jamás.
Acababa de hacer una pregunta crucial, que marca un antes y un después, el comienzo del derrumbe de las fantasías que alimentan el alma infantil! Y en este caso venía "dos en uno”… ¿Existen los conejitos de Pascua y el "viejito pascuero"? Aunque Pamela, mi hija, sabía que esta pregunta estaba pronta a manifestarse, el impacto, igualmente, no tardó en expresarse en una contracción del corazón. Sabía que su respuesta rompería el primer hilo de la malla que sostiene su alma de niña y también la ilusión de ella y de nuestro ser adulto, que, de alguna manera, sostiene, alimenta nuestra magia, tan necesaria, especialmente en tiempos de tanta incertidumbre.
¿Sus duelos, sus ilusiones rotas comenzarán a alimentar otras nuevas?
Pareciera ser que parte de nuestro ser más profundo está sembrado de magia, de mitología, de misterios, que no es necesario resolver. Mucho de esto se manifiesta en nuestros sueños y que nos interpelan a no abandonar a esa niña mágica que nos trae regalos nocturnos.
Con el pasar de los años, me conecto más fuertemente con esa fantasía infantil . Vuelvo a conectar con la magia, con la existencia de seres que puedo sentir, mas no no ver, presentes en los bosques que exploro, en las imágenes, símbolos e historias en que me sumerjo mientras duermo. En escuchar más allá de los silencios y bullicios, los mensajes del viento, y ver la perfección de la naturaleza y de su belleza. La palabra escrita, me trae nuevamente un mundo que no toco, si no es a través de las palabras que evocan en mí las narrativas del autor.
¡Esa realidad se transforma también en mi realidad y me identifica con el duelo y resurrección que está viviendo mi nieta Mila… pues hay algo que nace!