Quiebres en los ciclos de vida

 
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Los ciclos de la vida tienen quiebres. Es natural. Suceden cuando se rompe el normal fluir de los acontecimientos y no importa si son programados, como mudarse a otro país, o si son inesperados, como un accidente automobilístico. Dejan marcas y se pueden activar emociones que nos debilitan. En algunos casos compensamos con actitudes como la sobreprotección o la indulgencia extrema hacia otras personas. En este artículo explicaré cuáles son los quiebres más habituales, qué cargas dejan y cómo poder trascenderlas para alcanzar un mejor acompañamiento a los coaches y las coachees.

 
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Juicios maestros y emociones en juego

Las fracturas en los ciclos de la vida incluyen emociones y juicios maestros o mandatos que pueden dar forma a distintos personajes que personificamos y los hacemos propios. Tienen una cierta corporalidad y máximas en el lenguaje que los mueven. A continuación veremos los ejemplos más recurrentes en distintas etapas. 

Niñez 

Un quiebre habitual en esta etapa es la disfuncionalidad de roles en una familia cuando alguno de los cuidadores no está o se mantienen conflictos sistemáticos. Por ejemplo:  el niño que  asume el rol de protector o  la niña asume el rol de esposa. No son papeles que les corresponden ni tienen los recursos para ejercerlos. Aquí el juicio maestro que los mueve es evitar el sufrimiento de los padres y asumir  la resonsabilidad  de los problemas. Estos mandatos les traen angustia, miedo y culpa. De allí emerge el personaje del salvador o mediador, pero también de alguien sujeto a la idea de no ser suficiente, acompañandoles como si fuera una característica de su ser. 

Adolescencia

La adultez anticipada por una maternidad o paternidad precoz es un quiebre recurrente en esta etapa. En muchos casos se da en familias monoparentales por la ausencia de alguno de los progenitores. Uno de los juicios maestros que prevalece es la búsqueda de alguien para querer o cuidar. Cargan a la persona con tristeza, ansiedad y rabia, y dan forma a personajes como el niño abandonado, el huérfano y, nuevamente, al insuficiente. 

Adultez joven

Otro fenómeno fácil de ver es el de padres y madres que mantienen una dependencia alta con sus hijos aún cuando estos están en una edad adulta. “La vida es muy difícil”, “Tú no puedes sin mí” o “Pierdo el sentido de la vida si te vas”, son los juicios maestros clásicos de este quiebre que llevan al miedo y a la tristeza. Surgen personajes sobreprotectores que fomentan a personas débiles e inseguras. 

Adultez media

La maternidad o paternidad tardía, el conflicto de intereses entre la carrera y el agotamiento por multiplicidad de roles, son quiebres reconocibles en esta etapa de la vida. Es probable que circulen ideas de querer ser mejor padres y madres que lo que fueron con ellos, y también que padezcan la búsqueda de éxito en la profesión, el trabajo y las relaciones. Las emociones dominantes serán la ansiedad y la angustia, emergiendo personajes como: el autoexigente, el perfeccionista, el exitoso y el agotado.

Adultez madura

Con la salida de los hijos del hogar puede llegar el quiebre del nido vacío. Allí el juicio maestro gravita sobre la ausencia de rol y sentido de vivir. Las emociones habituales son la tristeza y la impotencia que animan a los personajes de la víctima, el depresivo y el marginal. 

Vejez

Uno de los últimos quiebres en los ciclos de la vida llega con el fin de actividad laboral, los dolores físicos y el aislamiento. “Estoy muy viejo para aprender” y “Ya no sirvo”, son los juicios maestros que traen resignación y tristeza como principales emociones. Los personajes creados serán el resignado, el achacoso y la víctima.

La única constancia es el mandato

Cada etapa ha sido sujeta a alguna expectativa “de lo que hay que hacer”. Algunas las determina un “reloj biológico”, por ejemplo, la pubertad y la menopausia. Otras son marcadas por un “reloj social”, que varía según la época y cultura. De allí vienen ideas de cuando es propio casarse, tener hijos, hacer un posgrado o dejar el hogar. Si las expectativas no son cumplidas la sociedad presiona. Quienes acompañamos a coaches y coachees podemos ayudar a poner sobre la mesa y sacar de la transparencia los mandatos aprendidos y lo que se espera de esa persona. Cuando somos conscientes de ellos, podrán elegir libremente lo que quieren para su vida. A continuación compartiré una experiencia para tener más claridad sobre el fenómeno.

 
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Desequilibrio del ciclo vital

Hace un tiempo un vecino de mi casa de campo me pidió que tuviéramos una sesión de coaching. Habíamos tenido conversaciones casuales y él estaba curioso de que hacía un coach. No sabía mucho de su vida, pero al ver su cuerpo apretado y caminar siempre con la cabeza gacha sospeché que retenía algo. 

En el primer encuentro lo invité a conversar al aire libre. Me pidió que le ayudara con el dolor por la muerte de su madre. Ella había fallecido dos años atrás.

—Siento que no hice lo suficiente por mi madre.

—¿Durante su enfermedad? 

—En su enfermedad y en su vida.

Allí apareció el primer juicio maestro. Exploramos sus aprendizajes de niño para detectar de dónde venía. Rápidamente apareció la separación de sus padres a los 10 años que coincidió con el pasaje de una vida con abundancia material a una marcada por la escasez. 

—¿Qué cambió? 

—Asumí la responsabilidad de cuidar y proteger a mi madre y a mi hermano menor. 

—¿Qué te hizo hacer esa promesa?

—No sé. Siento que era mi karma.

Un niño de 10 años asumió la responsabilidad de un hombre adulto. Aprendió su insuficiencia. El mandato vino de afuera, donde la cultura marca que el hombre debe proteger y proveer. De esta manera comienza una carrera de autoexigencia y estándares imposibles. 

—Siempre he tenido la sensación de que no llego. Aún siento que estoy en deuda.

Le pedí que cerrara los ojos y que respirara tres veces profundamente. Luego que se visualizara a sí mismo con 10 años. 

—Mira su ropa y lugar ¿Está acompañado o solo? Mira su expresión, su emoción y ponle tu oído por si te quiere decirte algo. 

Luego lo invité a que le hablara. Fue un diálogo muy emotivo, donde lloraron, se abrazaron y amaron. Al final él le declaró: “Ya no tienes que hacerte cargo de lo que no estabas capacitado. Yo como adulto sí puedo y lo hice bien ¡Te devuelvo tu niñez!”. Respiramos y volvimos al presente. 

Cerraremos la sesión y le sugerí que si quería buscara fotos de su infancia. En el siguiente encuentro ya estaba en condiciones de despedirse y de soltar a su madre. Lo hicimos con un ritual de aceptación mencionando los perdones no dichos que sentía que necesitaba manifestar. 

Trascender

Los juicios maestros que nacen de los quiebres en los ciclos de la vida nos habitan hasta el momento en que los escuchamos y decidimos hacer algo con ellos. Tomar conciencia nos abre la posibilidad de abrazarlos y aprender para poder trascenderlos.

 
 

Un libro para coaches que buscan ampliar sus herramientas y distinciones

 
Walter Giu