Hablemos de patriarcado (parte 2)

La inferioridad femenina: un constructo social 

A lo largo de la historia se fueron construyendo mitos y creencias respecto de la inferioridad de la mujer en relación con el hombre, justificando la dominación masculina y la violencia como algo «natural». No sólo eran creencias sociales; a la vez, grandes pensadores, científicos y religiosos contribuyeron a esta historia de desigualdad, discriminación y violencia que experimentan las mujeres. 

Es una historia de siglos que aún está entre nosotros. El 1 de marzo de 2020 se congregaron Mujeres de la Iglesia ante distintas catedrales de España pidiendo «voz y voto» y una reforma que acabe con la discriminación al interior del clérigo. «Hasta que la igualdad se haga costumbre» es el lema de las mujeres indignadas en la Iglesia que, cansadas de vivir como ciudadanas de segunda, apartadas, al servicio de curas y obispos o a la limpieza, han dicho «basta». Lo han hecho reuniéndose en torno a la denominada «Revuelta de mujeres en la Iglesia». 

Santo Tomás de Aquino, autoridad espiritual y terrenal en la Edad Media, opinaba que «la mujer no responde a la primera intención de la naturaleza, que apunta a la perfección, sino a la intención secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debilidad de la edad». Reprodujo una doctrina que dejó a la mujer sin voz ni voto en el rito católico, creyente de que la mujer poseía una mente defectuosa y por ello necesitaba una especie de tutor. Llegó a decir que «la mujer necesita un marido no solo para la procreación y la educación de los hijos, sino también como su propio amo y señor, pues el varón es de inteligencia más perfecta y de fuerza más robusta, más virtuosa». 

Otros pensadores respetados en su época, y que posiblemente admiramos hasta hoy sin conocer a cabalidad sus postulados, elaboraron teorías para justificar la opresión de la mujer, probablemente muchos de ellos en la más absoluta transparencia y, por qué no, ignorancia. Por ejemplo, Aristóteles reconocía un sexo único, el masculino, y decía que la mujer era «un varón disminuido e imperfecto, el defecto, la imperfección sistemática respecto a un modelo». El cuerpo femenino era inacabado. 

En esta revisión, aparece Rousseau, que hasta el día de hoy es referente y leído acerca de El contrato social y por sobre todo por su tratado Emile, ou de l’Education, de 1762, considerado hoy el primer tratado sobre filosofía de la educación en el mundo occidental. Rousseau plantea el concepto de «espacio público y espacio privado». Dividía el espacio público, naturalmente destinado para el hombre, del espacio privado, naturalmente destinado para la mujer. Era de la idea de que las mujeres no tienen la misma capacidad de uso de la razón que el hombre, por ello debe dedicarse, casi exclusivamente, a complacerlo. Ha sido un exponente de la racionalidad moderna, lo que le hace un gran desfavor en este tema. 

Ya en la época moderna, en 1908, aparece Sigmund Freud con su teoría psicoanalítica, afirmando que «algo le falta a la mujer», y se refiere al órgano sexual femenino, el clítoris, como un «pene atrofiado», y en relación con los hombres, la «existencia de la envidia del pene».

Lo natural

Todas estas teorías han contribuido a naturalizar la inferioridad femenina y a colaborar en legitimar la violencia contra la mujer, que en casos extremos ha llegado a la muerte y el asesinato o femicidio. Hoy hablo por la herida de mi país, de esta delgada y larga franja de tierra con un mar «pacífico» que nos baña, con una cordillera a lo largo que «nos cuida», que por muchos años nos ha separado del resto del mundo. Constituimos un eco de las voces del planeta. Hasta hace poco tiempo, todo llegaba con cierto retardo. Fuimos adelantados en seguir los mandatos del patriarcado al pie de la letra. Hablo en plural, pues las mujeres hemos sido reproductoras fieles de los mandatos del pater como lo obvio. 

Hoy esos ecos hablan en voz alta, y lo digo con vergüenza. Una década de femicidios en Chile: 412 víctimas entre 2010 y 2019. Según cifras oficiales, el país llega al último día del año 2019 con 45 mujeres asesinadas por su pareja actual o su ex pareja. En 2018 hubo 42 víctimas. Son datos oficiales difundidos por el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género, diario La Tercera, 2 de enero de 2020. 

La violencia, la muerte, la dominación y la sumisión, el abuso de todos los términos asociados a la guerra, al ganar o perder. Haciendo referencia a la cultura patriarcal, Humberto Maturana se aproxima a la misma como «la coordinación de acciones y emociones que hacen de nuestra vida cotidiana un modo de coexistencia que valora la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la procreación, el crecimiento, la apropiación de los recursos y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad». Es un sistema de vida. 

Los mitos

La cultura en la que estamos inmersos transforma en mito algunas cosas que se manifiestan con frecuencia. Haciendo mitología en torno a ciertos elementos, en vez de ayudar a desarrollarlos, se apunta a la discriminación. 

A continuación nombro varios mitos o creencias patriarcales que necesitamos sacar de la sombra y poner en la luz, para así visualizarlos y desafiarlos, y avanzar como sociedad colaborativa.

  • Relaciones de poder y no de igualdad entre hombres y mujeres como propio de nuestra naturaleza humana

  • El rol de la mujer es ser sumisa, dependiente, cuidadora; el del hombre, dominar, mandar, proteger. Esto ha impedido mirarse de igual a igual.

  • El rol de los hombres es proveer y hay que atenderlo. Es el más capaz de manejar el poder económico, el poder de lo público, lo que genera brechas salariales y de empleo.

  • Los hombres no pueden controlar sus instintos sexuales. Dan cabida al abuso y a la violencia.

  • Las relaciones sexuales solo pueden tener lugar en una relación de pareja heterosexual y monógama, que tiene como objetivo la reproducción. Las relaciones LGBT se han considerado perversiones y enfermedades.

  • El placer y el disfrute sexual es para los hombres. Por mucho tiempo esto fue asociado a dividir a las mujeres entre las que son «esposas» y las que son para «el placer».

  • A través del sufrimiento se conquista el paraíso. El esfuerzo y el sacrificio ha sido un valor enraizado en nuestra cultura judeocristiana. Para los cristianos, el disfrute y el placer ha estado asociado al pecado y a la culpa, especialmente para las mujeres, debido a la tentada Eva.

  • La polaridad de la cultura, lo uno o lo otro. La mirada excluyente y extrema. Por ejemplo: patriarcado o matriarcado; emocional o racional; débil o fuerte, blanco o negro, luz o sombra, etcétera.

  • La división de lo público, el trabajo, privativo de los hombres; y lo privado, el hogar, de las mujeres.

  • El sexo oculto del dinero. La asociación de poder y dominación para los hombres y la asociación de dinero con entregarse, vender el cuerpo o prostituirse en el caso de las mujeres.

Según lo descrito, la cultura patriarcal está aún en plena vigencia y evolución, no exenta de resistencias. Podemos decir que las estructuras que la sostienen están siendo masivamente criticadas y desvalorizadas. Las piernas del edificio social se están debilitando. La Iglesia católica está en crisis moral. Los liderazgos jerárquicos están siendo cuestionados y se ha comenzado a privilegiar el trabajo en equipo, el coworking y los liderazgos compartidos. Los manejos del poder económico, las colusiones y las evasiones están siendo denunciados y castigados, propendiendo poco a poco a achicar la brecha entre pobres y ricos. El poder político está desprestigiado y cada vez con menos tribuna, y las redes sociales son la voz que retumba. 

Afortunadamente, esta cosmovisión pareciera estar cambiando lenta pero positivamente. Surgen señales de avance hacia una nueva consciencia. Vamos pasando de un «o», que implica polaridades en oposición, hacia un «y», que implica polaridades en inclusión. «Incluir para trascender», nos regala de manera oportuna Ken Wilber, filósofo contemporáneo posmoderno.

Comparto una experiencia propia que, hace treinta años, le trajo aire fresco a mi vida de mujer. Me llamaron de un diario que se repartía a los usuarios del Metro de Santiago para que escribiera sobre cualquier tema, pues tenían pocas mujeres poniendo sus letras por escrito en dicha publicación. El diario estaba en manos de una empresa sueca. Su entendimiento de las colaboraciones era desde la paridad de género. Había igualdad de número y opiniones de escritores y escritoras, con la idea de tener diversidad de miradas. Era novedoso para esos tiempos y motivo de júbilo para esta latinoamericana que estaba sacando su voz. Eran murmullos que anunciaban un fenómeno inevitable, aunque en ese entonces solo era una voz al viento.

Ese viento está refrescándose y trayendo buenas noticias. Por primera vez en la historia de la humanidad se vota la paridad entre hombres y mujeres para construir una nueva Constitución en Chile. Son los primeros pasos para lograr la paridad de representación en el Congreso, que actualmente aún es precaria.

Estas son acciones que están evidenciando que lo que ha sido naturalizado y transparente en el devenir de nuestras relaciones cotidianas comienza a hacerse visible.

María Pinto, 5 de Agosto, 2021

Este artículo está en gran parte basado en el capítulo 5 del libro de mi autoría: Ampliando la mirada cultural del coaching: género, generaciones y ciclos de vida. Santiago de Chile 2021. 

Pamela Zahler