El aprendizaje en los quiebres de género

 
Quiebres de género

A lo largo de nuestras vidas, las personas experimentamos, sin excepción, instantes en que algo se rompe o se interrumpe. Atravesamos quiebres que nos cambian la forma en que vemos el mundo. Un quiebre es en sí mismo el acto de pasar de la transparencia de un fenómeno a un «darnos cuenta» de algo que nos está ocurriendo o cambiando el devenir cotidiano de los acontecimientos. 

Este fenómeno puede presentarse de dos maneras diferentes. En la primera, se requiere de una declaración propia, un acto que hacemos desde el lenguaje. Por ejemplo, podemos decir, «estoy perdiendo dinero». Asumimos la situación y solo entonces nos hacemos capaces de transformar nuestro mundo. 

La segunda opción es la de los quiebres que provienen del entorno y que son involuntarios. Por ejemplo, la pandemia por el COVID-19 ha sido un quiebre a nivel planetario que generó grandes repercusiones de toda índole.

Por su parte, los quiebres de género y sexualidad son fenómenos asociados en buena parte  al ejercicio del poder que derivan en quiebres maestros, influyendo en más de un dominio de nuestras vidas.  Desde sus polaridades femenina y masculina, estos se manifiestan en nuestra cotidianeidad como quiebres maestros, que derivan a su vez en quiebres automáticos cotidianos, los cuales se manifiestan en personajes que nos atraviesan y emociones que nos invaden.

Una manera de detectar estos quiebres en nuestras propias vidas, a fin de entender mejor a nuestros coachees es reflexionar a partir de preguntas como las siguientes:

  • ¿Cuáles han sido mis aprendizajes acerca de ser hombre y de ser mujer?

  • ¿Quiénes han sido mis personajes modelo?

  • ¿Cuáles son los mandatos sobre la identidad de género (masculino/femenino; hombre mujer) que me han limitado en mi desarrollo?)

  • ¿Qué discurso he recibido acerca de mis discursos aprendidos?

Si respondemos con atención a estas preguntas, nos volveremos capaces de sacar de la transparencia de la cultura patriarcal algunos fenómenos que se nos manifiestan en nuestra cotidianidad día a día. 

Quiebres de género maestros

Los quiebres relacionados con el poder actúan bajo el entendimiento de que poder es igual a lucha, a competencia, a ganar o perder. De esta forma, generan relaciones desiguales y disfuncionales. Dentro de los quiebres maestros, que incluyen numerosos quiebres cotidianos, podemos encontrar los siguientes:

  • Sumisión/dominación

  • Impotencia/omnipotencia

  • Víctima/victimario

  • Postergación/imposición

  • Dar sin límites/avaricia

  • Ingenuidad/desconfianza

Todos ellos se componen por dos energías, una femenina y una masculina. Poseen juicios maestros que son automáticos y podemos asociarlos con emociones y personajes determinados. Analicemos los dos primeros de nuestra lista:

Sumisión/dominación

  • Sumisión: 

    • Energía yin (femenina): 

      • Juicios maestros automáticos: acato, enmudezco, empequeñezco, desaparezco, permito.

      • Emociones: vergüenza, indignidad, miedo al castigo.

      • Personajes: el achicado, el yes man/yes woman, el condescendiente. 

  • Dominación:

    • Energía yang (masculina): 

      • Juicios maestros automáticos: abuso, mando, superioridad, me lo merezco. 

      • Emociones: soberbia, miedo a mi propia debilidad. 

      • Personajes: el tirano.

Impotencia/omnipotencia

  • Impotencia:

    • Energía yin (femenina):

      • Juicios maestros automáticos: «no puedo», «no voy a poder», desconfianza y descalificación de sí mismo.

      • Emociones: debilidad, tristeza, rabia.

      • Personajes: impotente, pusilánime —posterga.

    • Energía yang (masculina:

      • Juicios maestros automáticos: «yo puedo hacer todo», «no necesito ayuda», descalificación de los otros, sobreprotección.

      • Emociones: miedo, valentía, fuerza, constancia, cansancio y agotamiento que se pueden transformar en tristeza o depresión, soledad. 

      • Personajes: superman, wonderwoman, perfeccionista. 

En cada caso estamos ante la posibilidad de adquirir un nuevo aprendizaje, tanto referido a la energía femenina como a la masculina. 

Ante el quiebre de género de sumisión/dominación, podemos aprender lo siguiente:

  •  Aprendizajes yin: me valido, pongo límites. Desenmascaro el miedo que está a la base para aceptarlo —abrazarlo— y poder lidiar con él. Invito a la emoción del coraje —valentía en presencia del miedo. Trabajo en mi auto reconocimiento y celebración de los logros.

  • Aprendizajes yang: me abro a escuchar al otro como legítimo. Reconozco el miedo en mí, detrás de ese tirano, lo desvelo para aceptarlo —abrazarlo— y poder lidiar con él. Me conecto con la gratitud y el perdón.

Por su parte, el quiebre de género de impotencia/omnipotencia nos permite acceder a la siguientes acciones:

  • Aprendizajes yin: ir a la fuente del mandato de «no puedo» para trascenderla, aceptarla y perdonarse. Desafiarse amorosamente.

  • Aprendizajes yang: ir a la fuente de la necesidad de ser visto y reconocido, y de su confusión de la valentía con el miedo a equivocarse. Trabajar sus luces y sus cualidades, así como sus sombras para conectarse con su ser «ser humano». Trabajar el fenómeno de la dependencia/independencia/interdependencia o continuum de madurez.

Quiebres de género cotidianos

Existe una serie de quiebres de género que se desprenden de los quiebres maestros y se presentan de manera cotidiana en nuestra cultura. 

  • Apertura a la diversidad sexual. 

  • Amar o depender.

  • Masculinización femenina.

  • Feminización masculina.

  • Sexualidad de las emociones.

  • Multiplicación de los divorcios y separaciones de pareja.

  • Diversidad familiar: los tuyos, los míos y los nuestros.

  • Profesionalización femenina.

  • Violencia intrafamiliar: el abuso como punto ciego.

  • Fertilidad y maternidad diversa.

  • Paternidad insuficiente.

Analicemos el primero a través de una experiencia de coaching muy significativa para mí:

Apertura a la diversidad sexual

Este es un quiebre de género actual, pues es nuevo en su aparición en el espectro social. La declaración de homosexualidad, lesbianismo, gay, transexual como bisexual y otros no ha estado exenta de dificultades, como tampoco su inclusión en los diferentes ámbitos de la convivencia social. Como ya hemos visto en mi artículo sobre la evolución del género, aparecen aceptaciones y diversas resistencias. 

En este espacio de permanente aprendizaje, tuve la posibilidad de acompañar a un hombre gay de la generación X. Había salido del clóset tempranamente en su pubertad y fue recibido con apertura por sus padres. Su quiebre era de pareja, mezclado con el aspecto laboral.

En nuestra primera sesión, del otro lado de la pantalla, me encontré con un hombre latino, de voz profunda y barba bien cuidada. Se presentó como gay. Fue interesante, pues el hecho de presentarnos con nuestra orientación sexual es algo nuevo. Yo no me presenté como Anita, hetero, y eso ya nos dice que se trata de un tema emergente, aunque nada nuevo.

Con su pareja, de origen anglosajón, tenía un restaurante. Era una pareja como muchas otras. Su quiebre era la falta de comunicación y de escucha entre ellos con respecto a los planes laborales y de vida en común. Tanto en sus viajes esporádicos a Nueva Zelanda como en los cambios que aplicaba a la administración del restaurante, su pareja hacía planes sin incorporarlo en sus decisiones.

Lo que marcó las conversaciones fue la intensidad emocional de cada sesión y el nivel de sufrimiento frente a cada evento narrado. Tenía miedo de perder a su pareja y también era temeroso del futuro. A sus cuarenta y cuatro años, había vivido en cuatro países distintos y siempre estaba buscando algo. Recurrentemente, volvía a aparecer ante él la necesidad de buscar en otra parte, en otro país, en otra persona.

Llegamos al tema de la identidad y el pertenecer, así que le pregunté:

-¿Dónde aprendiste que la vida está en otra parte?

De muy joven, salí de mi país, pues allí no podía vivir mi ser gay abiertamente.

- ¿Y de pequeño?

Yo siempre me sentí distinto a los otros niños. No me interesaban sus juegos.

-¿Qué hacías?

Me juntaba con los más estudiosos y leíamos, jugábamos a imaginarnos mundos.

-¿Cómo lo vivías?

Más o menos. Por una parte, desarrollé toda una imaginación que me ha servido para mi profesión, pero, por otra, éramos los que no encajaban.

Fue una conversación poderosa, pues de ahí en adelante hicimos un nuevo acuerdo de coaching. La meta fue trabajar su arraigo, su identidad, su estar, el hecho de quedarse y aprender allí. Poner límites y definir su rol fue la segunda tarea que desarrollamos. Por último, hacer suyo ese país, que él había elegido y donde se sentía muy a gusto. Le pedí que lo recorriera y caminara con el fin de hacer consciente el valor que le daba a esos lugares que disfrutaba. 

Fueron seis meses en que hicimos sesiones cada quince días y dejamos de vernos cuando comenzó a disfrutar todo lo conquistado. Cada cierto tiempo nos encontramos y realizamos algunas sesiones para sostener lo aprendido.

 
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¿Cómo aborda el Coaching los quiebres de género y abusos de poder?

Desde el Coaching, tenemos múltiples herramientas para abordar los quiebres de género de una manera integral. Paso a paso, vamos acompañando a nuestros coachees a detectar el aprendizaje que lo espera detrás de cada situación. Por eso, les quiero contar una serie de pasos que he identificado a lo largo de los años y que podemos transitar para alivianar el camino de nuestros coachees:

Acompañamos a poner nombre y a identificar el origen del aprendizaje que nos trae el quiebre de género que estamos observando. Lo miramos desde el cuerpo, la emoción y el lenguaje, así como también desde su complemento, su simétrico, su yin y yang. Cuando el coachee logra ver esto, se produce un enorme «darse cuenta» que les abre un mundo diferente: la oportunidad de aprender. 

También ayudamos a sanar heridas. La nueva consciencia que emerge de esta sanación le permite al coachee mirar su herida, reconocerla, cuidarla, para que cicatrice por completo. Es el momento de la aceptación del abuso de poder, siempre teniendo presente que aceptar es diferente de aprobar. 

Aceptar es el primer paso para tomar consciencia de que eso pasó y que sigue pasando. Si no damos ese paso, lo más probable es que tendamos nuevamente a evadir y a ceder en el corto plazo. 

El siguiente paso es el perdón. Es difícil perdonar a alguien que nos ha hecho sufrir, pero no hay otro camino. Perdonar y perdonarme a la vez son dos actos de perdón. Muchas veces, en los actos de abuso hay sentimiento de culpa, de sentir que fuimos responsables de lo que nos pasó. Eso es parte de la cultura que está debajo de nuestra piel.

Recién entonces, de la mano del perdón, aparece la voz del coachee en el ejercicio de poner límites, para decir «sí» a lo que anhela y sueña. 

Conquistar la independencia y libertad es un camino nuevo que es preciso transitar paso a paso, con paciencia y compasión.

 
 
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Un libro para coaches que buscan ampliar sus herramientas y distinciones

 
Walter Giu