A mi mama, sin acento
Hace pocos días falleció mi “nana”, “mama” sin acento, a sus 100 años. Me tocó despedirla a distancia, junto a parte de mis amores y amigas del corazón desde las tierras mágicas de Chiloé. Creí que no era lo mismo decir adiós tan lejos, y sentí que estuvimos muy cerquita particularmente en estos últimos días. Elsita estuvo presente en cada espacio que visitamos. El olor a tierra húmeda, la lluvia que azotaba nuestras caras, el viento que casi nos hacía volar, fue motivo de un encuentro más allá de lo material transformándose en rituales de despedida y de acompañamiento en su despegue.
Elsita llegó a mi vida cuando yo aún no salía del útero materno, siendo ella una joven recién llegada de Paredones, V Región. Analfabeta, joven, inteligente, básica, con una tremenda capacidad de aprender. Cojeaba de un pie, con una deformación que después supimos que no era congénita, sino por una quebradura de pie no asistida. Cuando lo supe, me conecté con la compasión y tristeza relacionada con el descuido y la pobreza.
Nos cuidó a mis hermanos y a mí durante toda nuestra vida en casa paterna/materna. Nos alimentó, nos cautivó con sus historias sacadas de las películas mexicanas que iba a ver los fines de semana en su domingo de salida. Nos entretenía sólo con mirar por la ventana y silbarles a las personas que pasaban y escondernos para no ser vistos. Acompañó a mi papá y mamá durante 50 años, entregando su vida de amores a esta familia, constituyéndonos en su propio núcleo, sin darse la oportunidad de formar el propio.
Sigue en nuestros corazones. Mis hijos se recuerdan de los mejores bistecs con arroz y tomate, con que nos recibía cuando visitábamos la casa materna.
Recuerdo esas tardes de baños de piscina/tina, donde no faltaban los piqueros, deslizándonos en esa enorme tina con patas. Era nuestra mejor entretención especialmente por el epílogo: esa rica leche con plátano molido con tenedor, y pan con palta en una marraqueta del día que nos preparaba.
Es mi segunda madre, que me transmitió la paciencia, como el arte de la paz, de la sabiduría de lo simple, del compartir en armonía. Le agradezco desde lo más profundo de mi corazón el ser parte de mi vida, y en quien me he convertido con los años, siendo ella parte de esta construcción.
Mi compromiso hoy es perpetuar su legado de seguir aprendiendo de lo poderoso de lo simple.
Ana María Torres
Chiloé, Julio 2023