Mi experiencia en el Festival Aprender

Aprendí de los niños y niñas su curiosidad y su libertad para explorar.

Aprendí de los adolescentes su compromiso y responsabilidad.

Aprendí de las y los jóvenes su generosidad y pro actividad de compartir sus descubrimientos.

Aprendí de las personas mayores como yo, sus ganas de pertenecer, de ser parte, de ser escuchadas, de conectarse, de volver a la manada.

Agradecida de haber sido invitada a participar como representante de Travesía 100 en dos conversatorios del Festival Aprender: ¿Cómo aprende una generación de otra? Uno, el día viernes y el segundo el día domingo, primer y último día del Festival. Este intervalo en mi participación, me dio la oportunidad de presenciar y entender en primera persona lo que allí estaba ocurriendo. Me fui ese primer día anticipadamente al evento de mi incumbencia, para “entender” la dinámica. Entrando me di cuenta de que entender no era el llamado… “experienciar “era la consigna. 

Motivada en ese contexto, me fui dejando llevar por aprender de los hongos, donde jóvenes invitaban a niños, adultos y mayores, con microscopios a saber de la magia del mundo fungi, un mundo tan desconocido de un reino único y fundamental para la vida; de la robótica, tema tan lejano a mi generación, pasando por aprender de la dieta planetaria y como conectarnos con nuestra galaxia a través del tacto, entre muchos otros que no alcancé a conocer en ese momento. El entusiasmo me tomó, sin darme cuenta del tiempo y casi llego tarde a asistir al panel sobre ciudadanía y democracia, olvidada por un periodo largo en nuestro país. En la enseñanza media de mi época, estudiábamos educación cívica, bases para vivir en democracia. La admiración fue la emoción que me invadió durante ese panel, de escuchar a jóvenes pertenecientes a fundaciones que traían una mirada fresca del diálogo, como elemento fundamental para convivir en sociedad .  

Busqué al día siguiente, que aunque no tenía rol alguno, vivir la experiencias de juegos que invitaban a aprender en equipo de historia, leyes, personajes, constituciones, democracia, etc. Desde un espacio amable y reflexivo. ¡Qué bueno es aprender jugando! Bajando esas amplias escaleras del GAM, se desplegaba un gran patio, iluminado por la luz natural del día, a través de un techo transparente. Allí todo ocurría. Pequeños espacios donde todo participante era bienvenido. Manualidades, figuras geométricas imantadas para construir lo imaginable e inimaginable, patio de elementos de “deshechos” cotidianos como tapitas de envases diversos, dispuestos por colores, formas y tamaños que emulaban un tapete  multicolor para atraer a los pequeños a desplegar ilimitada creatividad y el infaltable robot de nuestros tiempos, representado por una cabeza humana y por un dinosaurio que respondía a instrucciones (cambiando el algoritmo). No muy lejos, un espacio con gradas al estilo del teatro griego donde de tanto en tanto, llegaban los invitados a compartir sus aprendizajes de sus oficios, profesiones y pasiones, de diversas edades y actividades. 

Escuché a un físico, y su enamoramiento con los átomos, y como peldaño a peldaño, avanzando y retrocediendo, se transformó en un profesional de reconocimiento mundial, a dos adolescentes de un liceo de Vicuña, localidad del Norte de Chile y su experiencia con la tridimensionalidad, y sus creaciones de impresiones 3D. Lo más interesante era cómo esos adolescentes reportaban desde sus propias vivencias, el aprender del error y no decaer, así como la importancia de pedir ayuda y trabajar en equipo. La experiencia de vida de un chileno grande dirigiendo una Fundación en Noruega por la paz mundial a través del diálogo, proveniente de un medio precario, pobre y de orfandad en su niñez. Testimonio de la riqueza y la vida que puede surgir de medios adversos… ¡Al igual que los hongos! Los tres días hubo un rotativo de personas maravillosas que nos traían sus aprendizajes de vida. 

Los dos paneles de intergeneracionalidad y aprendizaje, los cuales tuve el privilegio de guiar y ser parte a la vez, fueron muy bienvenidos por los asistentes, dada su participación y concurrencia. Las/el panelista representábamos los dos extremos de la curva etaria de nuestra sociedad. Las adolescentes y las personas mayores, ambas generaciones sacando la voz, y mostrando presencia, desde su vitalidad, capacidad de escucha y avidez de aprender las/los unas/de las otras. 

Un verdadero Festival de aprendizaje, a escala humana, evidenciando que el aprendizaje no es lineal, sino que circular: los niños aprenden de los mayores y viceversa, los jóvenes escuchan la diversidad de experiencias, todos aprenden de todos y desde distintos espacios y donde todo se recicla y es valioso. Una demostración desde el compartir, el trabajo en equipo, la diversidad constituyendo nuestra riqueza cotidiana al servicio del aprendizaje. Lo simple, lo que no se ve por obvio, considerando toda experiencia, validada y vista, no importa de dónde venga y qué edad tenga. Un aprendizaje más allá de las aulas, donde la experiencia individual y con otros, la vivencia y el juego amplía el sentido de lo que es enseñar y aprender haciéndolo sustentable. 

Ana María Torres

Coach Ontológico

Colaboradora T100 

Pamela Zahler